La primera extinción común: Las abejas
- Agencia de Noticias Científicas de Latinoamérica
- 15 mar 2016
- 2 Min. de lectura
La extinción de organismos polinizadores, como las abejas y mariposas ha pasado inadvertida para la opinión pública, a pesar de diferentes noticias sobre el tema en los medios masivos de comunicación desde hace más de 4 años. Son pocas las medidas se han adoptado para frenar esta catástrofe ecológica de magnitudes escalofriantes.

Cortesia de Pixabay
Elizabeth Elle, profesora de biología evolutiva de la Universidad Simon Fraser explicó -en entrevista para CBC News de la Columbia Británica en Canadá-, que uno de cada tres bocados de lo que consumimos diariamente se debe a la acción ecológica de las abejas silvestres. Además sostiene que múltiples cadenas alimenticias se verían fuertemente afectadas al romper el ciclo que completan las abejas silvestres en la naturaleza. Elizabeth Fierro Rabanales, estudiante de doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable de la Universidad Ecosur, en México afirmó en entrevista para el periódico el Universal del mismo país, que “si las abejas se extinguieran, esta situación repercutiría en el medio ambiente, afectando plantas, árboles, el ciclo hídrico, y la generación de oxígeno. Quedando en peligro la vida humana.”
Las causas que han ocasionado la muerte de diferentes especies de abejas, entre las que destacan Apis mellifera (Abeja Europea productora de Miel) y Melipona beecheii (Abeja cultivada por los mayas desde tiempo prehispánicos), aún es incierta para la ciencia. La mayoría de los estudios apuntan a que no existe solo un motivo para la extinción de estos invertebrados. Al igual que para muchas especies extintas no existe un solo factor, sino varios que terminan por colmar la resistencia de las especies para que desaparezcan definitivamente de la faz de nuestro planeta.
El primer estudio que abordó el problema de la mortandad en las abejas fue realizado en Europa hace más de una década. Por medio de estudios moleculares, los investigadores encontraron en algunos especímenes la enfermedad llamada nosemosis o nosematosis. Aseguran que esta no tendría un efecto tan devastador si las abejas no hubieran padecido complicaciones por una intoxicación previa.
En el 2014, el fenómeno se dispersó afectando a Estados Unidos, y miles de apicultores reportaron pérdidas del 42 % de sus colonias de abejas. Esa tasa representó más del doble de la norma estimada por el Departamento de Agricultura del país para ese año, la cual la consideró económicamente insostenible. Un estudio realizado en 2015 por investigadores alemanes y argentinos reveló que los insectos expuestos a glifosato, ingrediente activo tóxico del herbicida Roundup de Monsanto, afectaba el sistema de navegación de estos organismos al momento de regresar a casa. Otros estudios revelan que otras sustancias químicas como los neonicotinoides, una nueva clase de insecticida, están presuntamente relacionadas con la extinción de abejas en todo el mundo.
Los científicos mencionan que la reducción de las áreas de praderas naturales de flores silvestres, el uso de pesticidas en la agricultura, la pérdida de hábitats debido al crecimiento urbano y las enfermedades, parásitos y patógenos, así como el calentamiento global, son determinantes en la extinción de estos fundamentales organismos para nuestro planeta y para la sobrevivencia de nuestra propia especie.






















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